Suena
el despertador en tu habitación, lo apagas y te levantas a la primera, eres una
chica muy responsable. Como cada mañana, sabes que debes ir al baño, pero no
quieres hacerlo. Esa sensación de inquietud que empezó siendo un murmullo crece
más y más en tu interior, condensándose el miedo, la vergüenza, la
insatisfacción. Sabías que llegar a ser perfecta no sería fácil, todavía te
queda una larga lucha contra ti misma, contra el hambre, contra la comida;
deseas conseguir ese cuerpo perfecto, sabes que puedes llegar a ser mejor que
la mismísima Angelina Jolie si tuvieras más fuerza de voluntad. Pero eres
débil. No puedes evitar mirarte al espejo, y tu voz interior no para de
gritarte todos tus defectos, que siempre comes demasiado, que te sobra por
todas partes. No entiendes por qué los demás te molestan tanto con este tema,
ya tienes suficiente con las recriminaciones a ti misma, ellos son un
recordatorio constante de lo mal que lo estás haciendo, no comprenden que
necesitas sentirte ideal. Pero nunca es suficiente. No como esa chica rubia de
tu clase, delgada, simpática, con buenas notas… ella sí es una verdadera
belleza, una auténtica princesa de cuento, podría ser modelo. En el fondo de ti
misma desearías al menos ser como ella. Es normal que no se fijen en ti, tú
tampoco lo harías. Empiezas mil dietas diferentes, buscas consejos por internet
y compras pastillas para adelgazar, esperando que sean las definitivas. Debes
afrontar un nuevo día, otro nuevo día en el que la distancia entre tú y los
Ángeles de Victoria’s Secret se
convierte en un nudo monstruoso en tu estómago, en tu cabeza y en tu corazón.
Todos quieren que pares, pero tu intención es seguir.
Somos
nosotros los que no podemos permitir que este tipo de reflexiones se repitan
una y otra vez en tu mente, en las mentes de miles de mujeres, y cada vez más
también de los hombres. Los cuerpos perfectos fijados por la sociedad te
destruyen, no debemos confundir la disciplina con la obsesión, ni la belleza
con la moda. No dejes que la comida se convierta en tu cárcel, vive nuevos
retos, busca tus verdaderos sueños; tienes mucho potencial dentro y fuera de ti
misma, ¡sácalo! Atrévete a ser tú misma, y mírate ahora por primera vez en ese
espejo no como la princesa que anhelas
ser, sino como una reina, porque sólo tú tienes el poder de crear y gobernar tu propio mundo. Basta de
complejos, de que los medios te digan lo que debes y no debes comer, de
obligarte a no disfrutar de una pizza. Te encanta el chocolate, ¡siente su
sabor! Basta de que la sociedad te dicte que debes estar delgada para tener
éxito, tu cuerpo no te define; tienes una cabeza y un corazón listos para ser
usados, para sorprender y encantar a todo el mundo, pero sobre todo a ti misma.
Solo te falta un único ingrediente: creer que lo puedes lograr, tal y como lo
hacen todos los que te apoyan. Nunca estarás sola.
Alba Acebedo González